domingo, 22 de febrero de 2015

Jesús me ofreció un porro

Por: José Rodríguez - @osoldu



Resultan extrañas las cosas que ves cada vez que caminas por la calle, es como que hay una película o un libro escrito en cada esquina y que espera por ser vista o leído. Algo así me ocurrió la otra noche, salí a buscar un poco de diversión y en un bar me encontré con un personaje bastante sui géneris, pero que, entre muchas copas y mucha hierba, me contó un poco de su historia.

El tipo llevaba una camiseta que decía God is gay, por lo que supuse que gustaba de la música de Nirvana y admiraba a Kurt Cobain, pero me confirmó que era fanático del black y el death metal “porque es musicalmente bueno y sus letras te invitan a ser tú mismo y no dejarte llevar”. Además tenía el cabello largo y la barba poblada; una mochila con parches de bandas como Dark Funeral, Burzum, Deicide y Morbid Angel, y botas de motociclista.

Llegué al bar y pedí una cerveza, el tipo se me acercó y me pidió fuego para encender un cigarro, se sentó junto a mí y me preguntó si estaba solo, dude por unos instantes en responderle, pero le dije que sí, que llegué solo a tomarme unos tragos para poder conciliar el sueño. Me invitó una ronda y se presentó, dijo que se llamaba Jesús de la Santísima Trinidad Nazareno Bienaventurada, y yo me reí aprobando la que pensé que era una broma, pero no, me mostró su cédula de identidad y allí estaba este nombre certificado por el Registro Civil.

La conversación iba de música básicamente, es que en donde vivo ahora es complicado encontrar alguien con quién conversar sobre el buen rock and roll. De pronto, Jesús me ofreció un porro, el que inconscientemente acepté a pesar de no conocerlo. Me lo fumé y empecé a entrar en confianza.
Jesús tomó muchos whiskies y estaba sintiéndose ya un poco ebrio, entonces empezó a contarme una historia, la de su vida, sus ancestros. Su pasado fue muy duro, como el mismo dijo, “una infancia muy jodida, entre drogas y violencia”.

Recordó a su padre, un artesano llamado José Nazareno, aunque prefería que le llame José de Nazaret. Él elaboraba esculturas y muebles de madera y gustaba mucho de viajar, especialmente a playas de surfistas y lugares donde hay un alto consumo de cannabis, pues él también sentía mucha curiosidad por esta planta. Viajaba en una van Volkswagen verde de 1970 y siempre trataba de intercambiar experiencias, arte y drogas con quienes encontraba en sus viajes.

José tenía una fijación sexual por las mujeres menores de cierta edad, al punto que en varias ocasiones había dicho que las chicas que tienen su cédula de ciudadanía eran muy viejas para él. Ello le había costado varias visitas a establecimientos judiciales y a prisiones, donde aprendió de nuevos vicios y fetiches. Aún así, no podía dejar de fijarse en adolescentes pese a que la edad iba dejando huella en su mente y cuerpo.

A sus 80 años, José estaba perdiendo la habilidad para realizar sus trabajos de carpintería, sin embargo, no quería que el pequeño taller que había abierto en una pequeña ciudad ubicada a dos horas de la capital, por lo que decidió que era momento de buscar una niña preparada para engendrar a un hijo. La elegida, obviamente debía ser adolescente, y siendo sinceros, resulta prácticamente imposible encontrar a una adolescente que esté dispuesta a tener un compromiso con un anciano que prácticamente no tiene dinero, tendría que estar loca. Pero el milagro sucedió.

De una de las salas de una clínica psiquiátrica de la capital salió María Bienaventurada, una paciente con un estado de salud mental imposible de mantener para cualquier hospicio, por lo que fue dejada en libertad. Además de esquizofrenia y paranoia, la joven de 14 años tenía indicios de prácticas zoofílicas, aunque aquello no pudo ser comprobado pese a que ella confesaba que le gustaba tener relaciones sexuales con ciertas especies de aves.

Su belleza sobresalía de la de las demás chicas, por lo que llamó la atención de José, quien la encontró en una calle buscando algo para comer, le invitó a desayunar y le dio a conocer su propuesta: ella sería la madre del niño que se haría cargo de su negocio, a cambio de aquello María podría quedarse con los activos y las ganancias del pequeño emprendimiento. La joven aceptó.

La ceremonia de su matrimonio se caracterizó porque no llegó ninguno de los invitados, pues al parecer no importaba mucho perderse la boda entre un anciano drogadicto y una adolescente con tendencias zoofílicas que se unían simplemente por salvar un negocio.

Jesús me comentó que conoce muy poco de lo que pasó después, pero su madre le contó que la noche en la que fue concebido, su padre murió de un ataque cardiaco, pues había tomado dosis muy altas de viagra, mezcladas con el coctel conocido como Jaggerboom.

María no se dio cuenta de lo que pasó con su esposo, sino después de varios días, cuando el cadáver empezó a descomponerse. Ella tenía miedo de que la Policía la acuse, pues la exuberancia sexual que tenía pese a su juventud habría resultado demasiado para el anciano José, pudiendo ser vista como la culpable de su muerte, así que decidió que endosaría su embarazo a otro hombre.

La joven empezó a tener relaciones sexuales con varios incautos hombres, solamente se les acercaba y tras un par de coqueteos y unos tragos se los llevaba a la cama. Muchos de ellos eran desdichados alcohólicos y mendigos sin hogar, por lo que querían quedarse en la casa que María heredó de su difunto esposo, lo que afectaba el plan elaborado por la adolescente; fue allí cuando decidió que haría público que su embarazo fue producto de una acción divina y que el niño que espera será el Hijo de Dios, así, María habría concebido virgen a su vástago.

La idea era genial, nada podía salirle mal porque incluso podría hacer un poco de dinero porque la gente cree en cualquier cosa que le dicen que salió de Dios, sea lo que sea, y además está dispuesta a financiar ese tipo de falacias. Además, de María la gente creía que tenía tendencias zoofílicas, por lo que decir que llegó a decir que fue un ave quien dejó a un Jesús no nato en su vientre gracias a una intervención de la deidad de moda entonces.

Lo hizo, y la gente le creyó. María dejó de ser la heredera de un pequeño emprendimiento y se convirtió en la matriarca de una lucrativa religión. Jesús recuerda, después de fumar varios porros más, que optó por ser un poco más como su padre y renunciar a las riquezas materiales que en su nombre iba acumulando su madre y sus más fieles seguidores, por lo que después de graduarse salió de viaje por el mundo.

Así llegó al bar donde compartimos marihuana y licor, y así se iría de allí a la mañana siguiente, como siempre sin rumbo, huyendo de un destino que no quiso pero que tuvo que vivir, tratando de mantenerse en la clandestinidad. “No soy hippie!”, repite Jesús constantemente a lo largo de la conversación.


Este nuevo compañero de copas y drogas dejó el lugar después de haber pagado la cuenta de todo lo que habíamos consumido y de haber dejado una alta propina a una de las meseras que se veía muy sonriente comentándolo con sus colegas. 

Pedí una cerveza más y al terminarla volví a mi casa con mucha curiosidad sobre la historia que apenas había escuchado, la cual me resultó en ciertos tramos muy familiar aunque exactamente no encuentro en qué parte de mi memoria está. Así que pasó y seguí con la rutina laboral a la cual ya había acostumbrado a mi mente y cuerpo.

Días después del encuentro Jesús me agregó a Facebook y me siguió en Twitter, escribió en el chat y me invitó a que lo acompañe en uno de sus viajes, dijo que tenía iría a una boda en donde habría bastante vino y chicas disponibles, por lo cual acepté. Dijo que la recepción sería cerca de su ciudad natal, en una hostería llamada Caná. 

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