viernes, 14 de marzo de 2014

18 YEARS IN THE MAKING



PRIMER ACTO:
DEL ADOLESCENTE QUE EMPEZÓ A CREER

1996 fue el año, una época de cambios sin duda… en Escocia nació la oveja Dolly, arrancando así con el debate sobre la clonación de especies animales; en los Estados Unidos se llevaron a cabo los Juegos Olímpicos, donde Jefferson ‘el Morelio’ Pérez ganó la medalla de oro provocando un inolvidable y patético llanto en Vito Muñoz; hablando del contexto nacional, un ‘loco’ comiendo guatita en tarrina ganaba las elecciones presidenciales al ritmo del Rock  de la Cárcel.

Murieron Carl Sagan, Marcello Mastroianni, Ella Fitzgerald, Gene Kelly y fue baleado Tupac Shakur en la guerra gangsta entre la East y la West Coast del hip hop. García Márquez publicó Noticia de un secuestro y Nintendo dejó de producir la clásica consola NES, hoy prácticamente una pieza de colección.

Amenábar sacaba Tesis; Tim Burton, Mars Attacks!, y Danny Boyle, Trainspotting. Alice in Chains nos deleitaba con su MTV Unplugged , Marilyn Manson luchaba contra la censura  curuchupa estadounidense que quería vetar su Antichrist Superstar, Beck pateaba traseros con Odelay  y todo el mundo bailaba al ritmo del TravellingWithout Moving de Jamiroquai… ladies and gentlemen, estábamos en plena mitad de los 90!

¡Vaya año más loco! Marcó un antes y un después en muchas cosas alrededor del mundo, transformaciones globales muy notables; lógicamente estos cambios se veían reflejados en un púber, un sambito que se encontraba en ese incómodo momento entre ser un niño y un adolescente, que a sus doce años de edad lo único en lo que soñaba era en escuchar rock and roll toda su vida: yo.

Uno de los logos del viejo y querido MTV de finales de los 90


En aquellos años, acceder a la televisión pagada y a la Internet era un lujo porque aún no se masificaban esos servicios, pero había el servicio gratuito de canales de cable gracias a un acuerdo de la Superintendencia de Telecomunicaciones de entonces que permitía que en TV abierta se pueda acceder a un canal pagado, por aquel año disfrutábamos de los mejores años de MTV.

Ese MTV de Lado B, de Raizónica, de Conexión y de otros shows donde empecé a disfrutar de muchos artistas de un mainstream dominado entonces por el rock alternativo; las noches de los jueves pasaban un show que se llevaba el premio al mejor de todos: HEADBANGERS. Era un programa especializado en metal y en todos sus subgéneros, era conducido por Alfredo Lewin, un destacado periodista musical chileno, y presentaba entrevistas, videos, lanzamientos y novedades sobre géneros extremos. En una de sus transmisiones pasaron el video de una canción de 1991 llamada Enter Sandman, de unos tales Metallica.


El video, basado en pesadillas y malas noches fue mi primera experiencia con la banda de San Francisco. Me impactó la forma de guitarrear de un tal Kirk Hammet y la actitud del vocalista,  James Hetfield; más atrás estaba un careloco que cabeceaba con el bajo como si se fuera a acabar el mundo llamado Jason Newsted, y en la batería un patucho con principios de calvicie, que entonces se convirtió en uno de mis ídolos, el ‘viejo’ Lars. Sin embargo, fue Jason por quien sentí una mayor admiración en ese momento (fue por él y por otros grandes bajista que me interesé por aquel instrumento, aunque en el futuro no pasó de ser un sueño frustrado).

Elé los locos
Corriendo fui a comprar el disco homónimo de la banda, al que la mayoría lo conoce como el ‘álbum negro’. Entonces solo vendían discos originales, me acuerdo como si fuera ayer que costaban 15.000 sucres y me los compraba después de ahorrar las mesadas de una o dos semanas, no comía en el colegio, solo quería alimentarme de rock.


Llegué a mi casa ese día y puse el disco en la compactera, realmente fue un viaje, el headbanging fue eterno, salí con el cuello prácticamente lesionado… en realidad fue una experiencia única. Mi primer disco de Metallica, aquel que me llenaba de energía, de vitalidad, aquel que me hacía sentir el rey de mi mundo, el que me hacía bien, que me hacía ver que hay un más allá en todo, el que llevó a replantear y reflexionar muchas cosas a esa púber mente.

El romance siguió, me enteré de la existencia de un tal Cliff Burton, el bajista de los primeros trabajos de la banda, un verdadero genio musical. Leí que murió aplastado por un autobús en una gira europea, de ahí la llegada de Jason a Metallica; creo que lo admiré más, a esas alturas ya era un superhéroe para mí. Mientras mis amigos seguían admirando a los Thundercats, yo ya empecé a idolatrar a un bajista ‘careloco’.

El loco del Jason
Llegaron a mis manos, por medio de amigos, los cassettes de los célebres Kill’em all, Ride the lighting, Master of puppets y … And justice for all, aquellos trabajos que en los años 80 ayudaron a abrir los ojos a los jóvenes de un mundo en proceso de putrefacción a causa de la guerra fría. Eso ocurrió cuando tenía 13 años, edad en la que también conocí, por aquellos azares de la vida, a la banda del Colo (Dave Mustaine), Megadeth, a la que sin duda dedicaré otro espacio.

Con el Kill’em all no pude parar, recuerdo que lo llevaba en mi walkman y lo repetía una y otra vez, es de aquellas producciones que nunca te cansas de escuchar, nunca jamás; hasta ahora, a mis 30 años, escucharlo es uno de los placeres más grandes que tengo en mi vida. Lo mismo me sucede con el Ride, solo que con una diferencia, ya no estaba ahí la influencia del Colo, ya creó a la mejor banda del mundo (sí, Megadeth me gusta más que Metallica, aunque extrañamente empiece escribiendo sobre Metallica).



Al Master debo darle un párrafo aparte, ¡¡¡QUÉ PEDAZO DE DISCO!!! En realidad me ha sido muy difícil llegar a sentir algo similar con otra producción, sus composiciones me mueven el alma, la mente y el cuerpo; en mi adolescencia sacaron esa inconformidad y esa rebeldía que estaba contenida dentro de mí, aquella que me obligaba a no cortarme el pelo, a vestir de negro y a luchar por aquellas cosas en las que creía. 

Llevar una vida así no es fácil, el haberme rebelado por mi libertad del yugo familiar hasta ahora me ha costado no tener una relación del todo buena con mi padre, un hombre recto, curuchupa y derecho, criado en la old school conservadora de una ciudad pequeña en los años 70.


Pero si de rabia hablamos, eso fue lo que terminó de explotar en mi adolescente mente el haber escuchado el Justice, creo que aquello desencadenó en una de las etapas más políticamente incorrectas de mi vida. Fue cuando me cansé de vivir en un sistema represor, de estudiar en un colegio represor y de vivir en un hogar represor, lo que me llevó a buscar nuevas alternativas para solucionar aquel problema de inadaptación que empecé a tener, así fue que… And justice for all se convirtió en un disco que marcó mi vida, pues aquella alternativa fue la escritura, lo que me motivó en un futuro a convertirme en periodista. Así es, gracias a Metallica encontré a los 13 años aquello que quería hacer en mi futuro.


Mi rutina diaria por 1997 consistía en salir de clases, y si no se presentaba nada interesante del tipo chamas o chupes, ir a mi casa a poner el buen MTV y deleitarme con el buen rock alternativo y metal que llenaba su pantalla por aquellos años, era mi preparación psicológica para hacer mis deberes. Ese era un hábito normal para el adolescente promedio de la época que se vio afectado cuando una tarde el recordado Javier Andrade, conductor de Noticias MTV (un espacio corto donde se anunciaban lanzamientos, conciertos, uniones y separaciones de bandas), informó que se estaba cocinando un nuevo disco de Metallica, a llamarse Reload.


Se trataba de la segunda parte del que fue concebido como un disco doble, cuya primera parte, Load, llegó en la Navidad de aquel año a mi estantería, pero que pasó sin pena ni gloria por allí, con la excepción de dos temas: Until it sleeps y King nothing; sin embargo, la secuela generó en mí una expectativa sin precedentes para mi temprana edad.




SEGUNDO ACTO:
DEL WTF AL DISTANCIAMIENTO

Metallica con pelo corto en el sold out time!


Debo confesar que mucha de la imagen de rebeldía que creció a mis 12 y 13 años con los discos viejos de Metallica empezó a irse un poco al carajo cuando vi los videos de los temas antes mencionados del Load, pues ese ídolo llamado Jason Newsted no parecía tan loco como en los discos anteriores en los que participó, además de que Kirk parecía un glamero de los 80, y James y Lars estaban en el más alto punto de la egolatría. Pero lo que en realidad me conflictuó ese momento fue ver a los cuatro jinetes del apocalipsis con el pelo corto y con ropa blanca y/o colorida…


¡La puta madre! ¡Pero… qué mierda! ¿Qué carajo les pasó?... No encontré una respuesta y eso que creo que en una tarde navegué por toda la Internet. Me quedé como Condorito, “exijo una explicación”. Al final de ese día decidí que el cómo se vea una banda no debe trascender en mis gustos musicales y por eso decidí que Reload se merecía una oportunidad, pues estaba hablando de aquel grupo que hace poco menos de dos años se había convertido en uno de mis referentes personales.


El día anterior a que salga a la venta en el mercado nacional, ya en 1998, tenía en mis manos el CD; recuerdo que por ser novísimo y no estar aún en las perchas de los almacenes de música, pagué por él 25.000 sucres (un dólar a la cotización actual). La tienda quedaba en el Quicentro Shopping  y en el trayecto a mi casa, por la Av. Mariana de Jesús, parecía un loco, estaba desesperado por llegar y ponerlo en la compactera, creo que los últimos momentos de decepción podían irse al carajo después de presionar el botón play.

No me quedó nada más que decir “vaffanculo!”. Se acabó, si Load fue la decepción, Reload fue la redecepción. Un trabajo musicalmente muy alejado de aquellos sonidos que me convirtieron en un ferviente seguidor de la banda de San Francisco hace apenas dos años, solo lo escuché un par de veces y lo cambié con un amigo por un disco de Megadeth llamado Cryptic Writings, disco que también fue totalmente devastado por la crítica de los más puristas fans de la banda del Colo, pero que, sin embargo, llegó a mis oídos como un verdadero eargasm.

Si ve esta portada en algún lugar presione el botón PLAY, no se arrepentirá

Para ese momento ya había escuchado y coleccionado gran parte de la discografía de Megadeth y tenía todos los discos de estudio de Metallica en su versión original además del Live Shit: Binge and Purge, un compilatorio de varios conciertos que la banda dio a finales de los 80 en Seattle, San Diego y México. Entre mis 14 y 15 años ya casi me consideraba un conocedor por haber escuchado tanta música, aunque el precio haya sido caminar muchos días desde el colegio hasta mi casa y no comer en los recreos nada que no venga del  tradicional remo.

La decepción que tuve con Load y Reload me embarcó en un Train of consequences. Sí, ahora eran las producciones de Megadeth las que me embalaban, me despertaban, me hacían abrir los ojos, me llevaban a la reflexión; eran las me daban razones para seguir, pues a esa edad yo ya me estaba empezando a convertir en un tipo autodestructivo y depresivo. Ya no había más idolatría para el careloco Jason, ese papel ahora lo el Colo.

En el cambio de milenio, MTV dejó de transmitirse gratuitamente y la Internet empezaba a masificarse, y junto a ella llegó un producto que ponía música gratuita al alcance de todos, el entrañable y extrañable sitio de los ñaños Shawn y John Fanning y su pana Sean Parker: Napster. Allí los usuarios intercambiaban canciones sin ningún precio, en lo que me atrevería a calificar como la primera red social, realmente algo novedoso para la época.

Para quienes no lo conocieron o no lo recuerdan, esto era Napster

Ingresé a Napster y bajé algunas canciones que en ese momento sonaban en la Metro (estación de radio especializada en el mainstream rockero), pero cuyos discos no estaban ni en el viejo y querido Tower Records. Entre esos temas estaban Rise and shine de One Minute Silence y Down de los Stone Temple Pilots, que entraron a la lista de aquellas descargas inolvidables.

Cuando quise hacer otras descargas me encontré con que el sitio había sido cerrado por una demanda emprendida por varios artistas que no encontraron justo que sus fans no paguen por tener acceso a sus canciones y por eso acudieron a una corte estadounidense que emitió la sentencia de “chao Napster”. En medio de la desagradable sorpresa, lo primero que se me ocurrió fue investigar sobre aquello, mientras pensaba que eso era causado por aquellas estrellitas prefabricadas de pop como los Backstreet Boys o las Britneys Spears que solo fueron creadas como enlatados para vender discos y engordar las billeteras de las disqueras. ¡Pero no! Casi me caigo de la silla al ver que la demanda fue iniciada por Lars Ulrich, el danés patucho con calvicie prematura que tocaba como un enfermo mental la batería en Metallica.

Chau Napster! We miss you!

El espíritu rock and rollero de la banda se había ido directamente al carajo ¡se vendieron mierda! Después de pocos meses de eso, Jason dejó al grupo sin bajista por problemas personales con Lars, y pocos años después llegó en 2003 al mercado un remedo de disco de metal llamado St. Anger , bajo la etiqueta de ser de Metallica, pero eso era todo menos Metallica.


En ese momento me dolió mucho decir “valen verga”; habían tocado fondo, el nuevo bajista, Robert Trujillo, no era ni la sombra de lo que fueron Cliff y Jason, Kirk y James no ejecutaron ningún solo de guitarra en aquella nefasta producción, y terminé viendo a Mr. Ego Lars como a cualquier cosa menos como un gran músico y baterista de metal.


De Metallica no nos quedaba más que el recuerdo de lo que fue en los 80 y a principios de los 90, los fans repetíamos los discos viejos, en los conciertos se pedían canciones antiguas porque casi nadie soportaba a las nuevas. La decadencia había llegado, y mientras aquello pasaba, mucha gente los dejó por otras bandas, los más jóvenes, aquellos que como yo los descubrieron en su pubertad, prefirieron otros géneros musicales, y así, Metallica la había cagado apocalípticamente.

De allí pasaron varios años y vio la luz otro disco de estudio de Metallica, por allá en 2008 llegó al país Death Magnetic, un disco no tan desagradable al oído como sus tres predecesores, pues tenía temas que recordaban a la época más fuerte de la banda, los 80, aunque los años no pasan en vano y James no tiene la misma voz ni Lars la misma velocidad en la batería, pero de todas maneras no me disgustó. Llegué a decir “después de St. Anger y los Loads, todo lo que haga Metallica es oro”.


Era como que se iban reivindicando, pero aparente y lastimosamente Lars Ulrich sufre de un mal en los esfínteres: cagada tras cagada. Circuló el rumor de que la gira World Magnetic Tour, que promocionaba a nivel mundial el Death Magnetic llegaría a Quito. Sin embargo, nadie lo confirmó y en una rueda de prensa en Lima, al ser preguntado al respecto, el baterista dijo “Ecuador no está preparado para ver a Metallica”.

... y en el mal sentido de la palabra!


TERCER ACTO:
DEL SUEÑO QUE SE HACE REALIDAD


A estas alturas de mi vida ya no compro discos originales de Metallica, debo admitir que la mayoría de ellos se perdieron en chupes, fueron intercambiados o terminaron regalados a alguien. Ahora paseo por Grooveshark y YouTube para escuchar setlists, acordándome de aquellos momentos en los que disfrutaba de la banda de San Francisco. Eso de comprarme camisetas momentáneamente se convirtió en algo que dejó de llamarme la atención, no me había comprado una de Metallica desde hace más de 10 años.

Me llega y jodo con una canción de Metallica como en aquellos primeros años, no sé si será porque me llegó aquella etapa de la crisis de los 30 en la que dices “todo tiempo pasado fue mejor” y tratas de revivir esos momentos en los que tu personalidad y tus aficiones fueron formando a la persona que actualmente eres.
Escuchar para mi Fade to black, For whom the bell tolls y Creeping death resulta tan fuerte como el primer día que escuché el Ride the lightning. Hasta uno que otro tema del Reload me trae algún grato recuerdo.


Insisto en que tal vez sea una razón motivada por la crisis de los 30 lo que me hizo volver a dejarme crecer el cabello a estas alturas de mi vida. Ropa negra no dejé de vestir jamás, pero nuevamente me compré una camiseta de Metallica, una década después de haber desechado la última que ya estaba vieja y rota, tiene la portada del Master of puppets y la foto de la banda en la espalda, con Cliff incluido, una prenda clásica de la que en los 80 se comercializaron muchas.

La clásica de clásicas!

Se trata de un reencuentro con mis raíces metaleras, que en su momento fueron desviadas por mi fuerte identificación musical y personal con el grunge, el indie y el alternative, pero que ahora están nuevamente y con más fuerza en mí. Por mis venas vuelve a correr aquella sangre llena de furia que se hartó de la pasividad final de los géneros que antes mencioné, pero que es capaz de despertar en mi aquel instinto animal, aquella rebeldía, ese mismo sentimiento de querer comerme a un mundo frito y con mucha salsa de tomate que tenía en los primeros años de recorrido en la carretera de los interminables solos de batería y guitarra.

Pero sentí que en un momento me convertí en un quemado, que perdió las esperanzas de ver a sus bandas favoritas en vivo. No puedo negar que en 2009 estuve en el mejor concierto que vieron estas tierras, Iron Maiden en el popular Aucas Arena, presentación calificable solamente con una palabra: apoteósica; sin embargo, enfrentábamos una realidad que no permitía a las grandes bandas pasar por el Ecuador: impuestos altos, un mercado no atractivo, un público mediocre, una afición al buen rock y metal prácticamente nula y obnubilada por el recuerdo de aquella visita de la doncella de hierro.

Además de una absurda falta de espacios destinados a grandes espectáculos, lo que obligó a artistas de la trayectoria de Ozzy Osbourne y Korn presentarse en un coliseo que no brinda las facilidades para la pirotecnia y los cambios de stage, o peor aún, resultaba vergonzoso mirar a nombres como Sepultura, Misfits, Cannibal Corpse, Dark Funeral y Mayhem tocar en una cancha de barrio llamada Estadio de Chaupicruz. Eso daba qué hablar y mal del Ecuador, un país cuya mayor parte de la población no trasciende de Arjona, del reguetton o de lo que ponen en la nefasta y aburrida radio Disney.

Sí, en este tierrero tocó Sepultura, así es.
Pero mientras aquello pasaba puertas adentro, a nivel global un fenómeno llamado piratería quebraba a las tradicionales tiendas de discos y obligaba a un movimiento artístico mainstream a buscar alternativas para ganar dinero frente a las descargas gratuitas de sus producciones. Y la mejor idea de todas la tuvo un visionario que además de ser un gran músico es empresario, historiador y piloto de aviones comerciales, el frontman de Iron Maiden, Bruce Dickinson.

A este SEÑOR le debemos en parte que Metallica venga
El plan fue sencillo, consistía en buscar el origen de las descargas de sus temas para llevar el espectáculo de la banda a estos lugares del mundo y así promover más downloads para promocionar en más sitios a su banda y recuperar aquellas ganancias. Aquello incluso cristalizó una serie de reuniones, como la de KISS, quienes están en una gran gira mundial este año.

Metallica no se quedó atrás en esta nueva iniciativa y participó de la idea de The Coca Cola Company de dar un concierto en la isla 25 de Mayo, en la Antártida, en un espectáculo que llevó a la banda más caliente del metal a uno de los puntos más gélidos del planeta. Para no afectar al ecosistema del lugar con el ruido, se construyó una especie de domo y por medio de auriculares el recital fue del gozo de una treintena de investigadores, científicos y técnicos residentes en el lugar, de aproximadamente 20 ganadores de un concurso de una de las marcas patrocinadoras y de un grupo de periodistas especializados en metal.


Uno de aquellos coleguitas se llama Alfredo Lewin, el mismo que conducía MTV Headbangers a mediados de los 90, cuando el otrora canal musical era transmitido gratuitamente en Ecuador. En medio de la cobertura del concierto envió un tuit totalmente esperanzador, allí se veía una foto en la que se enumeraban los destinos de la gira sudamericana de Metallica para 2014. Era un papel escrito a mano quizá por el propio Lars, que decía: “March… 16 Bogotá… 18 Quito…”

¡¡Esta es la foto del millón de dólares!!


Al mirar la publicación mi reacción fue quedarme tranquilo pese a la credibilidad de la fuente, no creer, no hubiera sido la primera vez que al público ecuatoriano le harían ilusionar y emocionar con la presentación de un artista de trayectoria que a última hora se cae o jamás se confirma en una web oficial. Pocos días después, en plena época electoral, salió un concejal llamado Freddy Heredia  a confirmar que el recinto escogido para el recital sería el Parque Bicentenario, dije “¡la puta madre!” con temor a una politización del evento. No sé si Heredia será concejal reelecto, pero aún sospecho que la llegada de Metallica está relacionada con el fallido intento oficialista de permanecer en el Municipio de Quito, pero en fin, esa es harina de otro costal.

Pasaron pocos días y se oficializó en la web de la banda la presentación de James, Kirk, Robert y Lars en la franciscana ciudad. No voy a ocultar que en aquel momento me quedé en shock, reaccionar me costó un par de minutos y tuve un grito de emoción que creo que despertó a todo el vecindario. Entré a YouTube a escuchar Whiplash, es que en realidad no podía creer que ya se había confirmado. Y la emoción fue mayor cuando vi que era By request, es decir que quienes iban al concierto podían votar online por las canciones que querían escuchar.


Llegó el momento de la votación, un proceso que me emocionaba mucho más que la campaña electoral que en esos días vivía el país. Cada usuario podía elegir 17 de entre todas las canciones de la banda, entonces voté cronológicamente por mis canciones preferidas de cada disco, lista que no pasaría del periodo ochentero de la banda, pero mi cupo se cumplió apenas en el Master of puppets. ¡Joder! ¿Y ahora cuáles borro? Supuse que los temas más populares serían votados por la mayoría de personas, así que los eliminé del listado y seleccioné a los poco conocidos, pero que por ello no son mejores o peores que los más famosos.

¡Un poco de lo que nos espera!
Ahora que falta menos de una semana para el concierto, siento la emoción de cumplir un sueño, de que aquello con lo que me emocionaba es real, las largas sesiones de air guitar de mi adolescencia ahora no van a ser con un CD sino en vivo. O sea, verles, escucharles, cuando James diga “¡Hola Quito!”, no puedo creer que haya tenido que esperar 18 años para que eso pase. Ese fanatismo cumple la mayoría de edad, ya puede ver pornografía, fumar y embriagarse legalmente.

No voy a ocultar que ahora me siento como guagua a pocos días de Navidad, me late el corazón rapidísimo, paso todo el día con sonrisa de hornado, a ratos los ojos se me ponen vidriosos… la emoción es única, aquella emoción de saber que el 18 de marzo se acabará algo que me ha tomado mucho más de media vida, una espera que ya tendrá cédula de identidad… algo que tomó 18 años en hacerse, 18 years in the making.


2 comentarios:

  1. Felicitaciones Oso, eres un crack, me encantó el artículo, es de una gran emotividad, y me recordó muchas de las épocas en que coincidimos en la lucha pese a la diferencia de edad. Un abrazo y no dejes de postear en este blog.

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  2. Bacan Oso... Disfruta al maximo con el concierto esperado!

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