jueves, 20 de marzo de 2014

“¡Tómate un trago conmigo carajo! ¡Por Metallica!”


Una experiencia irrepetible, algo que jamás en la vida vamos a volver a ver. Metallica llegó al Parque Bicentenario de Quito a hacer lo que mejor sabe hacer: ¡demoler!... Quito espero 30 años por tenerlos aquí y nos llevamos el más grato de nuestros recuerdos: el mejor concierto que nuestros oídos escucharán en mucho tiempo.



18 de marzo de 2014, 21h45; fue el momento en el que los cuatro jinetes descendieron para encontrarse con un grupo de 45.000 mortales que esperaron por más de tres décadas su llegada a estas tierras. 

Llegó el día, llegó la hora, aquel momento que no había pasado de ser un sueño hasta ese instante, las mejores dos horas de muchos; muy poco tiempo, pero que seguramente tocó muchas vidas y marcará el cierre o el inicio de una serie de ciclos. El punto cero, lo que marcará un antes y un después en la historia musical de este país: ¡¡Metallica by Request!!

Lo que empezó con un tuit publicado por Alfredo Lewin en diciembre, tres meses después nos citó al encuentro con los dioses del thrash metal, a un encuentro con uno mismo, con todo lo que tenía por sacar y decírselos a escasos 20 metros, sí, 20 metros. 


Rob: "¿Quién será ese sambo que jode como la pieza?"
Al escribir estas líneas todavía estoy en proceso de asimilación de lo que escuché y miré ese día, pasa todavía por mis ojos la pirotecnia y por mis oídos la música.

En mi memoria está la rebeldía y la rabia que vino en mi adolescencia con los sonidos de Metallica, cómo me identifiqué con sus letras y la influencia que ello tuvo en mí y que descubro ahora que soy adulto.

Aquello fue lo que me llevó a tempranas horas de la mañana del inolvidable 18 de marzo al Parque Bicentenario a hacer fila. Si bien me considero fan de la banda californiana, no creo serlo tanto como para acampar en las frías calles de Quito para ser de los primeros en entrar. No, preferí la comodidad de mi cama y hacer un poco más de cola para ingresar.


Al llegar a la entrada de la Av. Amazonas me encontré con una fila que seguía hacia el sur y giraba por El Labrador hacia la Av. 10 de Agosto al norte, prácticamente estaba al otro lado de la puerta. La verdad ese no fue un problema para mí, mientras pensaba que estaba demasiado lejos dije “todo sea por Metallica” y procedí a ponerme al final de la columna.

"¡Nosotros somos los primeros carajo!"
Delante de mí estaba un grupo de cuatro guayaquileños y tres cuencanos, atrás mío un machaleño, la persona que me acompañaba que venía de Ibarra y yo ambateño radicado en Quito. Gente de todo el país llegó a verlos, todos con las mismas expectativas, en la misma situación y con ganas de hacer realidad el mismo sueño.

Se armó una pata única, no pararon las bromas y la conversación en torno a todo lo que Lars y compañía han hecho durante estos últimos 33 años.

El frío empezó a hacerse presente en la fila, por eso apareció oportunamente aquella voz que a veces suena a música y dice “una botellita ha de ser”, y no digo música por el acento cuencano que proclamó aquella sentencia, sino porque se volvía necesario para combatir las inclemencias del bipolar clima capitalino. Fue así que aparecieron en escena un grupo de patuchas de diferentes sabores: ron, cerveza, Zhumir, etc…

Parte del "Personal Macabro"
“El metal nos une, el sueño de Metallica es lo que nos trajo hasta Quito, por lo que venimos viajando más de 10 horas y por lo que regresaremos viajando otras 10 horas. Así somos los rockeros, entre todos nos ayudamos. ¡Ambato, tómate un trago conmigo maricón! ¡Prométeme hijueputa que nos caes en el Manso! Nos diste la bienvenida en tu casi tierra, yo te llevo a mi tierra hijueputa. Los rockeros nos damos la mano unos a otros”, fueron las palabras inolvidables de Guayas, apodo que le di a uno de los miembros de la delegación costeña. Guayas porque él me bautizó como Ambato, por mi ciudad de nacimiento.

Esa delegación interprovincial autoproclamada como Personal Macabro ayudó mucho para aguantar las casi diez horas de fila. El alcohol se terminó antes de finalizar la tarde, debíamos entrar sobrios al concierto; es que era Metallica, hubiera sido absurdo y sin sentido estar briago en el evento, en realidad eso no me lo perdonaría jamás.

Con la promesa de visitar Guayaquil e ir a rock and rollear allí con el Personal Macabro me despedí del grupo, pues en su mayoría iban a ingresar a la localidad llamada Campo VIP, yo tenía ticket para Metallica Box, lugar donde me encontré con más amigos y amigas.

Debo admitir que pese a los nunca ausentes fallos en la organización de eventos masivos, clásicos ya de Team Producciones, y más allá de las largas horas de fila, el ingreso al recinto estuvo muy bien planificado.


"Guau guau" - "Oink oink"
Hubo tres filtros de seguridad, dos cacheos y mucho personal policial y privado para salvaguardar el orden del evento. Creo que eso es algo que se debe felicitar, pues al menos dentro del Bicentenario no se presentaron desmanes y se pudo disfrutar con toda tranquilidad del concierto, lo que pasó en el exterior es algo de lo que opinaré en un próximo post.

Los Reciclados y el monstro del Bicentenario
Al ingresar ya había tocado Madbrain, la banda telonera ecuatoriana. No tengo más que buenas palabras para ellos, es la mejor banda del metal nacional. Son buenos músicos y tienen una excelente puesta en escena; además tienen una amplia trayectoria que les ha permitido abrir conciertos como el de Marilyn Manson. Lamentablemente quienes entramos un poco tarde no pudimos escuchar en vivo.

Llegamos en plena presentación de los segundos teloneros, la orquesta paraguaya Reciclados de Cateura, quienes crean sus instrumentos a partir de los desperdicios encontrados en varios vertederos de la capital de su país, Asunción. Algo valioso de esta banda, dirigida por el músico Favio Chávez, es que sus integrantes son hijos de recicladores y minadores que aprendieron a tocar gracias a este agradable personaje.


Con un mensaje de protección al medio ambiente y con mucha energía y talento interpretaron una serie de temas propios y covers, entre los que destacó el de Nothing else matters, que fue un abreboca de lo que se venía a escasos minutos.

El momento se acercaba y el ambiente empezaba a calentarse, hasta que de pronto salió a escena el último telonero, De la Tierra, un supergroup conformado por Andrés Giménez (frontman argentino, ex A.N.I.M.A.L.), Andreas Kisser (guitarrista brasileño, Sepultura), Flavio Cianciarulo (bajista argentino, Fabulosos Cadillacs) y Alex González (baterista mexicano, Maná).

"Tenemos un baterista muy popero, pero tocamos super bien en Quito"

¡La puta madre! ¿Maná? Sí, Maná, y más allá de que su banda original sea un ícono del pop romántico para divorciadas de mediana edad, me calló la boca. Si bien en estudio suena bien esta banda, en el segundo concierto de su historia, en Quito, la reventaron y se llevaron un aplauso merecidísimo. ¡Qué bien sonaron!

Sus canciones me recuerdan mucho a A.N.I.M.A.L., y no por la presencia de Andrés, sino porque el género Groove al que se aproximan es similar a la recordada banda de los 90. Hay un tema en especial que me gustó muchísimo en vivo, Maldita historia, ¡totalmente recomendado!

Se calló De la Tierra aproximadamente a las 21:00, todos los presentes sabíamos que llegó el momento, los motores estaban encendidos para tomar esa carretera llamada Metallica e irnos de largo con su música. Estábamos a minutos de cumplir el sueño.

Mientras ponían canciones de Faith No More y hasta de School of Rock en los altoparlantes, ya se empezó a sentir un ambiente de una calma tensa, sabíamos que estaban ahí, atrás del escenario, esperando que todo esté listo para darnos el mejor show que nuestros ojos hayan visto.

Empecé a fumar como no lo hacía en mucho tiempo, creo que terminé tres cigarrillos en el tiempo de espera, es que me sentía como un niño cuando sabe que falta poco tiempo para que llegue Papá Noel con los regalos de navidad. La emoción no me permitía pensar en otra cosa que no sea Metallica.

"¡Ya mismo salen!"
Nuevamente los recuerdos de todo lo que viví junto a aquellos cassettes y discos viejos de la banda estaban en mi mente, regresaron las horas de air-bass imitando a Jason Newsted y todo el repertorio que cantaba cuando estaba solo en mi cuarto y quería meter un poco de ruido para que el silencio no sea mi único acompañante.

Los chupes, las conversaciones, la música, en 45 minutos toda mi vida pasó frente a mí, todo aquello que hace que crezcas, que te conviertas en alguien, esa escoba que pasó por bajo y esa raqueta de tennis que era mi guitarra; los esferos golpeados contra las cajas de pizza a modo de batería y esos envases de desodorante que eran los micrófonos cuando jugaba a ser frontman, cuando de niño jugaba a ser James Hetfield.

De pronto se apagaron las luces y arrancó el video promocional del By request, con Lars diciendo “This is a computer…”, ese rato se fue todo al carajo definitivamente. Yo ya empecé a gritar, es que ya era inminente el concierto, nada podía evitarlo ya. Sonó entonces The ectasy of gold, original de Enio Morricone con el que Metallica abre sus conciertos desde 1983.

“¡Salieron, hijueputa están ahí!” no alcancé a decir más, tenía la carne de gallina y el frío desapareció del ambiente, todo estaba caliente, estaba listo para destruir mi cuello y mi garganta. Metallica estaba en escena y tocaron Blackened, en ese momento ya me empezaron a salir las lágrimas.

"Oppostion! contradiction! premonition! compromise!"
No pudo haber un mejor opener que ese, puso en onda a todo el público, una de mis canciones preferidas de Metallica, por una de las que voté en el By request, una de las que escuché en el celular mientras iba al Bicentenario. Este tema habla de la ambición desmedida de las personas y la influencia negativa que ejerce el afán de dinero en el entorno, viene desde el …And justice for all de 1988.

No pasó ni un segundo y sonó la canción más votada en el By request y una de las mejores y más populares de la banda, Master of puppets, para continuar en seguida con Welcome home (sanitarium). Fue recién en ese momento en el que pasó algo de mi euforia inicial, en la que pude haberme roto el cuello y golpeado involuntaria y accidentalmente a varias personas, y empecé a ver el concierto con un poco más de objetividad.

Confirmé que Kirk Hammet es uno de los mejores guitarristas que hay en este planeta, tiene una técnica impresionante para tocar solos y un talento innegable para aquel instrumento. Por eso está en las listas más especializadas de los conocedores. Se lo ve ya calvo y canoso, quizá ya no tenga la misma velocidad que antes para poner efectos en su pedalera, pero eso no hace que el alumno favorito de Joe Satriani haya perdido el don de tocar la guitarra como pocos.


Uno de los mejores guitarristas del mundo... ¡KIRK HAMMETT!
Fue entonces el turno para la presentación al público ecuatoriano del tema Lords of summer, presentado dos días antes en Bogotá y acreedor de muy buenas críticas. Ni el propio James sabía si este tema sería parte de una rumorada nueva producción o quedará en el aire como un single, pero el tema fue rápido e intenso, muy thrash, debo admitir que como fan de la vieja Metallica me gustó.

Clásicos inolvidables como Ride the lightning, The unforgiven y …And justice for all continuaron el setlist, mientras James, cual presentador de programa concurso, invitaba a la audiencia a votar por la canción de su predilección siguiendo con el principio interactivo del By request. Las nominadas eran Whiplash (desde el Kill’em all, disco que tiene mi edad), y las contemporáneas Fuel y The day that never comes.

Aquello fue lo que marcó diferencias con otros conciertos a los que he asistido, la interacción con el público, pues mientras los ganadores del meet and greet disfrutaron del concierto en el escenario.
James llamaba a varios de ellos para que presenten ante todo el público uno de los temas por los que votaron. En realidad nunca había visto una conexión tal con el público. El primero fue uno de los miembros de los Reciclados de Cateura, quien anunció Sad but true.

"Life, it seems will fade away..."
Otro momento importante para mí fue la interpretación de Fade to black, otro de mis temas preferidos de los californianos. De aquellas canciones que no quieres que se terminen, que te transportan y te dejan en la lona, levantado en la lona.

Es aquella última canción que Cilff Burton tocó en vivo antes de morir y la última que Jason Newsted tocó antes de dejar la banda. Es aquella con la que James sufrió quemaduras en su brazo. La canción maldita, la mejor de las baladas que tienen, con una especie de jam de Kirk al final, debo admitir que allí fueron mis segundas lágrimas de la noche.

La emoción no paró, pues después de un impresionante solo de Robert Trujillo, a quien debo admitir que empecé a apreciar creativamente dentro de la banda después de escuchar aquella intervención. En el álbum Death magnetic y en el tema Lords of summer se nota su aporte.
Roberto Agustín Miguel Santiago Samuel... no, no es el listado de
las personas que salen en la foto, es el nombre de Mr. Trujillo

Y en serio que no paró el momento emotivo porque se vino Orion, el tema instrumental, lo que marcó la diferencia del votante ecuatoriano del By request, pues Quito fue una de las pocas ciudades del mundo donde se la escuchará. Rob está loco, ¡es un musicazo! Sacó un Orion excelente; no era Cliff, era Rob, el más criticado miembro de Metallica. Calló la boca a muchos de los old school que preferirían que la banda haya muerto con Cliff.

Hablando del ex bajista de la banda, James dedicó Orion a su amigo y ex compañero de banda, al gran Cliff Burton, quien también hizo presencia en el Bicentenario.

Y como para no salirnos de la onda llegó One, uno de los temas más esperados con un espectáculo pirotécnico espectacular. La verdad es que no me imaginé ver ya algo así aquí, me sentí como uno de los espectadores del concierto donde se grabó Trough the never.

Varios de los riffs terminaban en estruendosas llamaradas, creo que me puse pálido porque temblaba mucho, estábamos prácticamente en la segunda mitad del concierto y aún no asimilaba la magnitud de lo que estaba frente a mis ojos y oídos. Insisto en que así debe sentirse un niño cuando mira por primera vez al Papá Noel de un centro comercial.

Fight fire with fire!
Al escuchar For whom the bell tolls solo sentí ganas de correr, sin parar, tratar de acercarme más a los dioses del metal, mirarles y gritarles “¡hijueputas! Crecí con ustedes chucha, ¡gracias por esto!” Creo que mis vecinos de Metallica box ya estaban cansándose del arsenal de malas palabras que lancé durante la parte inicial.

Este tema tiene un valor personal para mí, pues hace aproximadamente un año tuve una conversación con mi madre, una mujer crecida en un hogar de izquierda con fuertes valores familiares, acerca del tabaquismo. Ella me hizo prometerle que dejaría de fumar, a lo que yo respondí “cuando toque Metallica For whom the bell tolls en vivo y yo esté presente”.

Debo admitir que he fumado durante los últimos 15 años de mi vida unas épocas más que otras, y que creo en que si quieres algo debes dejar otra cosa a un lado, por eso espero que este proceso no sea tan duro, la convicción me ayudará. El mejor concierto al que he ido en mi vida versus dejar de fumar, suena justo.

Ya pasaron Battery, Nothing else matters y Enter sandman, otras canciones imprescindibles en la colección de los californianos y por las que los votantes ecuatorianos se inclinaron fuertemente en el By request. La pirotecnia y los fogonazos no se detuvieron, pero llegó el momento del descanso.
"Gimme fuel, gimme fire, gimme that wich I desire"

Llegó Creeping death y la ganadora de las votaciones por teléfono celular, Fuel, tema que puso un tinte noventero a un setlist basado casi en su totalidad en los cuatro primeros trabajos de Metallica.

Olía a final, tocaron Seek and destroy y todo se terminó, Metallica se quedó un buen tiempo en el escenario, mientras el público coreaba “una más y no jodemos más”, “olé olé olé Metallica” y “Whiplash! Whiplash! Whiplash!”, pidiendo que toquen la canción que quedó segunda en la votación final. Pero Lars lanzaba sus baquetas y Kirk y James sus vitelas, el concierto había terminado.

El sueño se había hecho realidad, Metallica tocó en Quito y le regaló a estas tierras el mayor espectáculo que muchos podríamos haber imaginado. Para mi pasaron 18 años, para otros más de 20, supongo que algunos esperaron casi 30, otros tuvieron la –tal vez- fortuna de haber nacido en una época en la que la información y la música están al alcance de todos.

Muchos dijimos alguna vez “Metallica jamás va a venir a estas arjoneras y reguettoneras tierras”, pero llegaron, nos obsequiaron una noche inolvidable. Nos recordaron aquellos momentos de la adolescencia rebelde, de la lectura e investigación proveniente del “¿qué querrán decir estos manes?”, de la alegría, la rabia, la tristeza, de una vida.

Cuando eres fan de una banda hay cosas que a ojos de otras personas resultan carentes de sentido, no lo van a entender nunca, pero Metallica fue capaz de lograr muchas cosas en estos pocos meses que llegó la manía a esta parte del mundo.

Como dijo el Guayas en la fila del concierto “¡Metallica nos une hijueputa! ¡El rock es capaz de todo! Ven Ambato a visitarme a Guayaquil, te llevo a rock and rollearnos todo el Manso. ¡Tómate un trago conmigo carajo! ¡Metallica nos une!”.

Por: José RodríguezFotos: Marco Salgado, Metallica, José Rodríguez

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