miércoles, 5 de noviembre de 2014

El Fest...


José Rodríguez - @osoldu

Nota de la redacción: Antes de putear, recuerde que todos los contenidos vertidos en este blog responden a opiniones absolutamente mías, pues se trata de un sitio personal netamente creado para compartir un poco de mis ideas. Sin embargo, si quiere hacerlo, podrá comentar en la parte inferior de esta página.

 

 

Hace tiempo que no escribo en este blog, es que he estado muy ocupado con cosas de trabajo y con mi cambio de ciudad, pues sí, he dejado la cosmopolita Quito para instalarme en Puerto Francisco de Orellana, una pequeña urbe de la Amazonia a la que se la conoce como Coca, pues se ubica junto al célebre río del mismo nombre.

Pero lo que acá me cita es otro tema, como he acostumbrado prácticamente en el 80% de los contenidos de este blog, quiero escribir sobre música, conciertos, festivales y aquello que estos han significado para mí. Regreso después de casi tres meses a escribir sobre el Quitofest.

El que sería el mayor festival musical quiteño tuvo su primera edición en 2003, en un contexto un poco sui géneris para la historia de un país como el Ecuador, pues veníamos de enfrentar una serie de situaciones adversas que terminaron generando un impacto socioeconómico negativo: las crisis económica y política de finales del siglo XX, que vinieron acompañadas de migraciones masivas, gente que perdió los ahorros de toda su vida, suicidios, entre otras situaciones.

Allí ocurrió uno de los más importantes sucesos de nuestra historia, la muerte del Mariscal Sucre y la llegada de George Washington, la economía ecuatoriana se dolarizó porque era insostenible para el sistema financiero nacional mantener una unidad monetaria. 

Aquello nos dejó una serie de lecciones, pero para mí algo muy importante, llegué a decir "¡puckta! ¡Nos quedamos sin moneda! ¡Qué verga! ¡Vamos a ser ahora sí una colonia de los gringos hijueputas!". Claro, en aquel tiempo era un adolescente que cojeaba con la izquierda gracias a la formación que recibí de mi familia materna y a cosas que veía, podría decirse que estaba cerca de convertirme al "tirapiedrismo" pero no pasó por una serie de razones.

En ese tiempo era común escuchar “ecuatoriano tenías que ser” cuando alguien hacía algo mal, o “solo en el Ecuador” cuando ocurría algo que no era del agrado de alguna persona. Lo ecuatoriano era sinónimo de lo negativo, ¡por Dios! Vivimos en el más hermoso país del mundo y lo ecuatoriano era mal visto por los propios ecuatorianos. ¡WTF!

Sin embargo, esa inquietud de mi adolescente mente fue rápidamente disipada, en una emisora radial quiteña, Radio Latina 88.1 empezaron a transmitir programas especializados en géneros alternativos y música ecuatoriana, lo que en serio llegué a considerar como una especie de afianzamiento de una identidad nacional cercana a desaparecer gracias a la crisis que pasó el país.

En el espacio llamado La Inmensa Minoría conocí a músicos ecuatorianos de primera que estaban ocultos en una especie de underground alternativo al que no todos tenían acceso. Entonces se empezó a hablar de la diversidad de géneros musicales y artistas que tenían muchísimo que decirnos. Y empezamos a escucharlos y a sentirnos orgullosos de ellos, a decir “mierda hijueputa ¡qué buena música se hace en mi país!”.

Empezamos a superar el trauma post-MTV gratis y asistimos a lo mejor que nos podía brindar la música hecha en el país además de su innegable calidad: un motivo para sentirnos ecuatorianos. Para dejar a un lado esa vergüenza y decir “¡viva mi país!”

Encima, la selección clasificó a su primer Mundial de fútbol y generó que esa identidad ecuatoriana se convierta en un orgullo ecuatoriano; así, ese renovado –y hasta ahora presente- amor por nuestro país no se dio solamente en las personas afines a los géneros alternativos musicales, sino a todo nivel.

Lamentablemente La Inmensa Minoría ha ido perdiendo de a poco su llegada y calidad y ha degenerado en una radio web que transmite preferentemente ska y reggae llamada República Urbana, pero tuvo sus mejores años a inicios del milenio. Allí transmitían a grandes como Sal y Mileto, Mamá Vudú, El Retorno de Exxon Valdez, Tanque, Misil, Siq, Nadie, Lablú, Sudakaya, Mortero, Obscura, Rocola Bacalao, Descomunal, Notoken, Selva, Can Can, Muscaria, Guardarraya, Cafetera Sub, entre otros.

 


 
 
 
 
A varios de ellos pude verlos en un pequeño escenario montado en las Fiestas de Quito del 2003 en la Cruz del Papa, ese fue el primer Quitofest, un concierto montado si mal no recuerdo con la finalidad de que la gente asista a un espectáculo cultural y artístico en lugar de a embrutecerse con alcohol en las inmediaciones de la plaza de toros. Y aparentemente ese objetivo se cumplió.

Con el pasar de los años el Fest creció y empezó a presentar bandas internacionales de renombre, la primera de ellas es Koyi K Utho, una especie de Rammstein colombianos que entonces presentaron covers de bandas tan variadas como Depeche Mode y Sepultura, pero que ahora cuentan con un importante reconocimiento.

 

 
Por este escenario pasaron también gente reconocida de diferentes géneros como Korzus, Cartel de Santa, Ratos de Porao, Todos tus Muertos, Masacre, Darkest Hour, Cienfue, Plastilina Mosh, Zoe, Los Mox, Babasónicos, Austin TV, Walls of Jericho, Carnifex, Krisiun, Cuarteto de Nos, Testament, Torture Squad, Obrint Pas, Kinky, Hirax, entre otros. Quien no reconozca la calidad de estos invitados internacionales está un poco mal del cerebro.

 

 
Así, entre 2003 y 2013, no he faltado a ninguno de los Fests, a pesar de que algunos han tenido carteles mejores que otros, pero cada año he tenido un motivo para ir y compartir lo que en realidad es una fiesta de la música. Que en la entrada te quiten hasta los esferos o que los chapas, hijueputas por excelencia, te hagan requisa hasta del bóxer no importaba, si querías disfrutar de las bandas.

El ambiente era único, hasta al llorón del ‘Chamo’ Guevara y a los Chigualeros les he aguantado, no importaba, estabas en un espacio tan abierto que si no te gustaba uno de los artistas que se presentaban, podías salir a comer algo o a fumarte un tabaco.

Algo que definitivamente muy pocos apreciamos porque desde pequeños crecimos con la influencia de los grandes festivales internacionales como el Woodstock 99 y los Ozzfest, y soñamos con tener algo parecido en nuestro país. Y llegó a Quito, lo tenemos, es nuestro, nuestro Lollapalooza criollo.

 

Sin embargo, no todo puede ser tan maravilloso, pues más allá de las acusaciones que recibió la organización del Fest por recibir auspicios de instituciones públicas, por lo que hubo gente que empezó a dudar de la independencia del evento y a relacionarlo con el Gobierno. Al respecto solo diré que no me parece que aquello afecte a la imagen del festival, al contrario, si hay un Estado dispuesto a invertir en un espacio artístico y cultural es una señal de que las cosas se están haciendo bien.

Aquí entra en escena un punto que a muchos les puede parecer irrelevante, pero que se convierte en uno de los aspectos básicos para el desarrollo de una ciudad y la relación que esta tenga con su gente en temas de apropiación y empoderamiento del espacio urbano: la gestión cultural.

Se trata de un cojunto de estrategias empleadas para facilitar el acceso al patrimonio cultural (tangible o intangible) por parte de una sociedad. Parte de una planificación realizada mucho tiempo que considera tres pilares fundamentales: apoyo de lo colectivo, modelo de desarrollo determinado y trabajo por autenticidad, y esto último es lo que quiero destacar del Quitofest. Se trató siempre de un evento auténtico, más allá de que el color con el que se lo identifique, representa una especie de democratización de la cultura.

Y aquello, sin duda es un dinamizador de la economía y un motor para el desarrollo, pues la cultura atrae turismo e ingreso de divisas a un territorio. En el caso del Quitofest, los vecinos de los recintos donde se ha realizado no quisieron que el evento se cambie de casa.

Ahora bien, el Quitofest de 2014 no se llevará a cabo en la ciudad que le dio su nombre, debido a una administración municipal que prioriza la espectacularidad antes que la gestión cultural, por el simple hecho de que es más sencillo organizar un evento como Quitonia (genio el publicista al que se le ocurrió un nombre tan desagradable), donde la Alcaldía invertirá $2 000 000 provenientes de las arcas municipales para traer a artistas de la talla de Sting y Rubén Blades.

 

Yo creo que está bien para las personas que prefieren este tipo de espectáculos y que no ven más allá, pero a la vez considero una inconsecuencia y una incoherencia de parte del Municipio dejar de lado a las propuestas realizadas por los gestores culturales que en lo poco que lleva esta administración han sido excluidos y reemplazados por conciertos mediáticos masivos, uno de ellos la Fundación Música Joven, creadora del Quitofest.

Este año el Fest se realizará en Cuenca, una ciudad con muchísima cultura musical y con un público ávido por buenos conciertos que se merece un reconocimiento como tener un concierto gratuito de bandas de la talla de Biohazard, Carajo y Babasónicos. Bien por el público de allá, el evento será histórico y seguramente uno de los mayores, pues es la primera vez que se realiza en un estadio como el Alejandro Serrano Aguilar.

 


Ojalá pueda ir a esta edición del Fest y no romper la tradición de ya 11 años de no faltar al evento, está en mis planes viajar a Cuenca, pero con un aliciente adicional: no ir solamente a disfrutar de las bandas, sino ir a apoyar a la gestión cultural más allá de cualquier preferencia política, que es algo que jamás debe estar involucrado en este tipo de shows, pero lamentablemente lo está. Solo así la música saldrá ganando.

martes, 15 de julio de 2014

Lio y los "Wall Street guys"

Por: José Rodríguez
@osoldu


Me encontraba anoche saliendo de un centro comercial quiteño cuando se me cruzó por el frente un niño de aproximadamente unos ocho o nueve años, vestía el uniforme de la selección argentina y por el acento con el que le hablaba su madre, asumí que tenía aquella nacionalidad. El niño trataba de dominar un balón de fútbol mientras su madre sacaba la mano pidiendo a un taxista que detenga su vehículo para irse de allí.
Aquel niño me recordó mucho a Lionel Messi, la máxima figura del fútbol actual, aquel que hace pocos días fue cuestionadamente galardonado con el Balón de Oro del Mundial de Brasil 2014.

Me imaginé al pequeño Lio como aquel niño, pequeño y menudo, llevando su balón a todas partes a las que iba, queriendo ser un profesional. Con esa ilusión que resulta imposible de vencer, aquella que es lo más importante en tu vida y te da las alas que necesitas para no detenerte hasta que ese sueño se convierta en realidad.

Quizá por el efecto del hambre y la gripe me puse a reflexionar en cómo habría sido la vida de aquel niño que en los potreros de su natal Rosario solo quería jugar a la pelota. Y recordé aquellas polémicas declaraciones en las que Messi resta importancia al premio del Balón de Oro del Mundial, que personalmente considero injusto porque vimos mejores performances de varios otros jugadores. ¿Por qué Lio dijo eso? ¿Acaso no habría sido uno de sus sueños de niño ganarlo? ¿O sencillamente sabía que no lo merecía? Entonces la pregunta por decantación era: ¿Por qué Messi cuando vimos a Müller, James, Robben, Götze, etc.?

No quisiera pecar de elucubrador pero estoy seguro que aquel premio tiene tintes blatterianos, pues aunque sea uno de mis jugadores preferidos, debo admitir que Lio es un soñador degenerado en robot.

En este punto no sé por qué recordé a David de Inteligencia Artificial. En el niño máquina de esta película se nota las claras ganas que tiene aún Lio por jugar fútbol, aunque se vea convertido en una máquina de hacer dinero y haya sido abandonado en un bosque donde se encuentra cada domingo con varios de sus semejantes como los Cristianos, los James, los Neymar, etc. Supongo que la FIFA será ahora como los headquarters de Cybertronic, donde se fabrican en cadena miles de Messis.

Entonces aparece el argentino regalando bufandas sin caspa gracias a Head & Shoulders o pidiendo fotos a señoras para comerse sus Doritos; aparece con otros robots de Cybertronic auspiciados por Adidas jugando fútbol para salvar al planeta y diciendo que está asegurado gracias a un importante banco de su país que cada fin de semana paga un espacio en canales de cable para transmitir un segmento llamado “Las estadísticas de Leo Messi”.

Allí se perdió el pequeño niño que solamente quería jugar fútbol y se convirtió en aquel stressado adulto que les niega el saludo a infantes que admiran a un ídolo como él alguna vez admiro a Diego Armando Maradona, una de sus mayores inspiraciones.

"Ese pibe da plata, pilas!"

Es que fue ese Maradona que no pudo entrar a los partidos del Mundial por no trabajar para aquellos “Wall Street guys” que ven cómo sus acciones crecen en las bolsas de valores desde Tokyo hasta Nueva York cada vez que ‘la Pulga’ aparece, quien se ha convertido en la gran sombra y el obstáculo a superar para Lio.

Y son aquellos “Wall Street guys” quienes tienen sumido a Lio en una depresión bastante notoria, es que tiene que ser el jugador políticamente correcto y ejemplar para la juventud a la fuerza, para que dejen de compararle con ese “drogadicto que lleva tatuajes del ché Guevara y que fue expulsado del Mundial de 1994 por consumir efedrina”. Efedrina, leo esa palabra y me río, pues es uno de los ingredientes del antigripal que estoy tomando mientras escribo estas líneas.


En fin, no voy a descubrir el agua tibia, todos sabemos que el fútbol perdió su esencia para convertirse en uno de los negocios más lucrativos y rentables. Por eso ya no vemos en el propio Lio esa sonrisa que mostraba en sus primeros años, en ese inolvidable Barcelona donde compartía alineaciones con Xavi, Iniesta, Ronaldinho, Eto’o, etc., ahora vemos a un Messi presionado y sombrío. ¿Será que en verdad es eso lo que quiere la FIFA?

"Lio, no te dejes de estos hijos de p..."

miércoles, 25 de junio de 2014

Del por qué no soy hincha de la selección

Por: José Rodríguez - @osoldu

El equipo ecuatoriano ha perdido aquel espíritu de representación que ayudó a un pueblo a levantarse de la peor de sus crisis contemporáneas y ahora, convertido en la selección de la FEF, los Luchito's boys se enfocan solamente en salvaguardar sus intereses económicos.



Todo niño ecuatoriano criado por sus padres en coordinación con una importante dosis de televisión sueña con ir a Disneylandia, por lo tanto son muchas las progenitoras que escuchan constantemente la frase “mami, mami llévame a Disney” con varias repeticiones durante el día. Yo, en los 90, era uno de aquellos niños y la respuesta de mi madre siempre era “sí mijito, cuando Ecuador clasifique al Mundial”.

Es que se veía tan lejano aquel momento, la gente pensaba que era algo imposible y que jamás pasaría, o sea la Tri en un Mundial era una cosa impensable. Así fue que la clasificación se convirtió en el recurso de escape preferido de cualquier persona quien recibía un pedido no acorde a su beneficio o situación personal.

Esta situación se veía reflejada en la apatía que la selección generaba en la gente, pues casi nadie le daba importancia a un partido de eliminatorias mundialistas en el que estaba involucrada la Tri. Recuerdo que cuando era un adolescente fui a un partido que jugó contra el Paraguay del gran arquero Chilavert, el ‘colorado’ Gamarra y el ‘chiqui’ Arce en el Olímpico Atahualpa frente a no más de 10.000 personas.

Pero mientras aquello ocurría, los equipos de fútbol locales crecían en popularidad. Por ejemplo, Liga Deportiva Universitaria inauguraba su estadio convirtiéndose en el equipo más querido de Quito y gran parte de la Sierra, y Barcelona ya era considerado como el ídolo de Guayaquil. Los niños jugábamos con las tarjetas Upper Deck del campeonato nacional y de la Copa de USA 1994, soñando con ver a nuestros jugadores en las cartas de 1998.

Si usted coleccionaba estas tarjetas, tuvo una infancia de puta madre!

Sin embargo, llegó a la Tri en 1999 un director técnico colombiano llamado Hernán Darío Gómez, conocido como ‘Bolillo’ y fue el artífice de un cambio muy importante en la historia del fútbol ecuatoriano, pues gracias a su gestión y a una destacada generación de jugadores, pasó lo imposible, lo impensado, lo que nadie esperó que pasaría: Ecuador clasificó a la Copa del Mundo de Corea y Japón 2002.

Estamos hablando de un país devastado socioeconómicamente, pues venía tratando de levantarse de la recesión financiera generada por el feriado bancario, la dolarización de la economía, las migraciones masivas a España y Estados Unidos, las crisis políticas derivadas de los nefastos gobiernos de Sixto Durán Ballén, Abdalá Bucaram, Fabián Alarcón y Jamil Mahuad. Pero aquellos jugadores y el ‘Bolillo’ le dieron una motivación adicional a un Ecuador que empezaba a mirar que hay una esperanza, pues fueron un ejemplo de superación.

Nadie apostaba un centavo por Ulises de la Cruz, Agustín Delgado, José Francisco Cevallos, Alex Aguinaga, Edison Méndez, etc., pero se convirtieron en la segunda selección sudamericana por encima de la campeona mundial y todopoderosa Brasil de Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo, Cafú y Roberto Carlos.

"Acuérdese mijo de cuando bailaba 'el Escamoso' y se achicaron
Rivaldo, Ronaldo y compañía" (léase con acento paise)
Un ejemplo a destacar porque en varios aspectos se miró una reivindicación del ser ecuatoriano, creo que ni ‘Bolillo’ Gómez ni los jugadores entienden hasta ahora el alcance de lo que lograron, pues en realidad le dieron una inyección anímica inconmensurable a un herido país que necesitaba ser querido por sus habitantes para poder sacarlo adelante.

Después llegó Luis Fernando Suárez y los éxitos continuaron con la clasificación a Alemania 2006 y la llegada a octavos de final con jugadores como un joven Antonio Valencia, Neicer Reasco, Edison Méndez en su mejor momento, Carlos Tenorio y un experimentado Agustín Delgado; varios de ellos conocerían la gloria dos años después cuando Liga Deportiva Universitaria ganó la Copa Libertadores, en el que fue el mayor logro de la historia del fútbol ecuatoriano.

Aquello se reflejó también en la gente, pues empezaron a aparecer miles de hinchas de la selección, que apoyaban a la Tri además de a sus equipos preferidos del torneo local y quienes no querían a la Liga ni al Barcelona ni a ninguno de las escuadras ecuatorianas se hacían llamar así; un fenómeno que no conocía precedentes en el país, pues para lo único que había unión nacional entonces era para derrocar a los presidentes que pocos meses antes habíamos elegido.

Varios de ellos conocieron la gloria en Alemania 2006 

Personalmente, celebré ambos logros mundialistas, salí a ver los partidos con amigos y me emborraché con un sentimiento patriótico sin igual, pero me di cuenta que estaba empezando a formar parte de una mayoría que me hacía sentir incómodo. Es que era aquella mayoría a la que siempre critiqué y, aunque no niego que a veces formo parte del montón, me pareció una especie de novelería.

Debo admitirlo, no soy hincha de la Tri. El espíritu del equipo del Bolillo Gómez está prácticamente extinto, la selección ecuatoriana dejó de lado la garra que levantó la identidad de un pueblo y motivó el afán de superación nacional murió y en su lugar está un grupo de superstars que con honrosas excepciones tiene un juego aburguesado y cómodo.

¿Así somos los ecuatorianos? Pues no, culturalmente somos como aquella selección del periodo comprendido entre 1999 y 2002. Somos un pueblo que sabe levantarse de las crisis, que pone todo el corazón y la fuerza necesaria para cumplir con sus sueños, somos transparentes y auténticos. Por lo tanto, debo reconocer que me sentí representado por el seleccionado nacional hace más de diez años.

Pocos días antes de escribir estas líneas se jugó el partido entre Ecuador y Honduras por el Mundial 2014, me resultó extraño ver a gente cercana a mí como muchos amigos, gente guerrera que ha peleado y ganado muchas batallas para estar donde está, apoyando fervientemente a un grupo de jugadores aburguesados y sintiéndose representados por ellos. 

Es momento de recordar entonces que la selección no es más que un equipo de fútbol cualquiera, no representa a los ecuatorianos. Son 23 tipos que persiguen su gloria personal e individual y el afán de ampliar en varios millones de dólares la engordada cuenta bancaria que ya tienen.

¿Y el país? Ni siquiera les interesa. Basta con ver a un Antonio Valencia caminando por la cancha con una apatía que indica que no le importa la selección, y es el capitán y referente, convocado por aquellas grandes campañas en el Manchester United donde es una saeta imparable por la franja derecha que ha hecho decenas de asistencias a los Wayne Rooney, Robin van Persie, etc. Pero si el líder del equipo no tiene alma, qué podemos pedirles a los demás jugadores.

Wayne: "Antonio congratulations, your Ecuador is a beautiful country".
Antonio: "Ecuador? What is it?

Sin embargo, debo reconocer que no todo es crítica, pues hay dos jugadores que a excepción de los 20 restantes se nota que sienten la camiseta y juegan con corazón: Jefferson Montero y la nueva estrella del equipo Enner Valencia.

Además hay otra figura negativa que definitivamente me aleja de la selección, y es que se trata del equipo de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), no del país; es el equipo de Luis Chiriboga, no de los ecuatorianos. El hecho de que el sobrino del presidente de este organismo sea el mánager de seleccionados como Carlos Gruezo, la ‘Yoya’ Ayoví y Luis Saritama, da para pensar en una mafia; sin embargo, como dijo Maradona “la pelota no se mancha”, pero el equipo sí.

Hay además otras actividades mafiosas de Chiriboga como el Canal del Fútbol, la reducción de los montos en la distribución del dinero enviado por la FIFA para los clubes ecuatorianos, las "maletas viajeras" a los mundiales para ganar votos de los clubes pequeños, carentes de escrúpulos, honestidad y recursos económicos. Será por eso que los equipos con más éxitos deportivos e hinchada del país rechazan y cuestionan continuamente las políticas de este nefasto personaje, para quien Liga Deportiva Universitaria (cuatro títulos internacionales) y Barcelona (equipo más popular cuantitativamente hablando) tienen el mismo peso en votos que equipos que no ganan ni un bingo y se encuentran constantemente en la serie B y en la segunda categoría.

Lo peor de todo es que no existe en la legislación nacional un organismo o ley que permita realizar una auditoría a Chiriboga y a la FEF; y la llamada a hacerlo, la FIFA, tiene también "rabo de paja" y por eso se abstiene de hacerlo. Claro, entre bomberos no vale pisarse las mangueras. 

"Seré presidente de la FEF el mismo tiempo que el Rrrrafa de
la Rrrrepública jejeje"

Pero muchos me dirán, “vos es que eres hincha de la Liga y la Liga no es que quede campeón todos los años, es más, ojalá este año no descienda de nuevo a la B”, y es verdad. Pero, el amor a tu equipo es algo con lo que naces, creces y mueres, creo que es incomparable lo que sientes por tu club y lo que podrías llegar a sentir por tu selección, pues resulta una pasión inexplicable, por la que no te importa quebrar tu voz y quedarte sin garganta.

Tal vez espere inconscientemente que la selección de la FEF tenga una buena participación en el Mundial para poder salir y emborracharme con mis amigos, pero es más por eso que por el resultado deportivo, por la búsqueda de mi placer alcohólico personal.


Finalmente espero un mejor futuro para la selección, que sea mejor que el presente, que la esencia que la convirtió en un equipo representativo en el Mundial de Corea y Japón renazca, que el aburguesamiento y la mafia se alejen de ella y que los jugadores sientan que llevan la camiseta de los 15 millones de habitantes de un país, no la de sus billeteras.


domingo, 15 de junio de 2014

Apuntes sobre el "éxito"

Por José Luis Vásquez

Alguna vez pude leer un libro sobre Zen y la conclusión final fue que todas las personas pueden acceder a la iluminación por múltiples caminos. Algunos lo hacen por medio de la privación de todos los placeres, pero otros acceden al estado de iluminación por actividades carnales, es decir que el estado de plenitud del ser humano no tiene una receta establecida.

Algo parecido pasa con la palabra “éxito”. Usted ha escuchado cientos de veces esta palabra, pues configura el sendero de la vida del ser humano. Todo lo que hace, le dicen, es para conseguir éxito.



Usted estudia seis años de escuela, seis años de colegio, pasa la universidad y a veces postgrados, maestrías y doctorados. Todo tiene un fin, su visión es tener éxito en la vida.

Pero qué es tener “éxito”. La versión clásica y la que la sociedad nos sugiere que éxito representa tener un trabajo remunerado, con una casa acomodada, uno o incluso dos autos, una familia funcional y un ritmo de vida cíclico sin preocupaciones.

Este sueño no es tan malo, en realidad. Nos están diciendo que la comodidad deviene de nuestro esfuerzo y al final todo lo que hagamos tendrá su fruto. Sin embargo, en esta fórmula no nos mencionan el tema del consumo, lo cual rompe la premisa en un principio muy inofensiva.



Para que usted pueda tener una casa y un auto, tiene que comprarlo y para obtener el dinero necesario nosotros estudiamos tantos años. Una vez concluidos los estudios estamos listos para entrar a la vida laboral.

Esta vida laboral es parte del modelo funcionalista que nos integra a un estadio laboral en el cual cada persona desde su nicho construye el sistema y por supuesto responde a las necesidades del poder.

Por eso es que estamos condenados a pasar 8 horas laborables todos los días por el resto de nuestras vidas, o al menos hasta que consigamos nuestro ansiado “éxito”. Pero aquí ocurre algo…



Para la mayoría de personas el éxito descrito arriba es una utopía, pues su casa no es más que un departamento arrendado que debemos pagarlo mes a mes y que nos deja como al principio en cada día que cae primero. Los costos de un auto también son un inconveniente y por supuesto, el auto se convierte en un no tan confortable bus.

El segundo escollo es el tema de la creación de necesidades suntuarias. Al no tener una verdadera cultura del ahorro, pasamos nuestra vida consumiendo cosas que no están dentro de nuestro plan, por ejemplo una camiseta de un equipo de fútbol que está en boga, una cena lujosa innecesaria, o cualquier cosa que nos diga el sistema que son necesarias para nosotros.



Un tercer problema ocurre cuando conseguimos ganar más dinero. El problema es que a más dinero, más consumo en términos cuantitativos y cualitativos. De esta manera no poseemos lo que compramos sino lo que compramos nos posee y en gran medida esto ocurre porque nos endeudamos para tener “éxito”.

Como la casa que necesitamos tiene que tener todo lo necesario, comienza una cruzada de compras y como las tarjetas de crédito nos invitan a comprar hoy así no tengamos el dinero todavía, entramos en un círculo de trabajo para pagar nuestras deudas.

La propaganda juega un papel fundamental pues nos asocia el éxito con felicidad y el consumo, nos dicen, es felicidad. Le invito a hacer una retrospección en su vida, en la cual se puede dividir de la siguiente manera: trabajador, televidente pasivo (receptor de publicidad), consumista.



Y este es el círculo del cual el éxito apela y a más bienes más trabajo, más tiempo en la oficina y menos para reflexionar, para experimentar, para el ocio, para crear y para ser feliz. Esto último no es una especulación, es bien sabido que desde la Revolución Industrial los niveles de felicidad de la gente disminuyeron.

Entonces como romper esto. La respuesta es compleja y tal vez no existe, pues siempre deberemos consumir y siempre deberemos estar atados a un sistema laboral para pagar lo que consumimos.

Pero al menos se debería analizar con más parsimonia el concepto de “éxito”, pues no necesariamente conseguir una casa, un auto y un buen empleo sea el fin de la vida. Tal vez un paseo por un bosque, el escribir un libro o el abrazara una persona puede ser las metas, si es que existen las metas, pues como dice Facundo Cabral, si el mundo es redondo no sé qué siga adelante. (JLV)

Les invito a visitar mi blog: http://kakariko-village.webnode.es/ 

jueves, 12 de junio de 2014

La pelota no se mancha

Por: José Rodríguez / @osoldu

Cuando los niños de las hacinadas y blanqueadas favelas cariocas juegan fútbol en aquellas olvidadas calles piensan en otra cosa muy distinta a la injusticia e inequidad social que viven en su cotidianidad, solamente quieren ser como sus ídolos.


Era el 10 de noviembre de 2001, la televisión pasaba uno de los momentos inolvidables de la historia del fútbol, Diego Armando Maradona, quien mejor lo jugó, se despedía de las canchas en un partido que citó a la selección argentina contra un equipo de amigos del astro nacido en el suburbio bonaerense de Villa Fiorito.

El equipo albiceleste, dirigido por el “Loco” Marcelo Bielsa y que contaba con jugadores como  Roberto Ayala, la “Brujita”  Verón, Javier Zanetti, Pablo Aimar y el mismo Maradona, venció a un equipo conformado por los amigos de Diego, Enzo Francescoli, Éric Cantona, Davor Šuker, Juan Román Riquelme (no era considerado para la selección), Carlos Valderrama, Hristo Stoichkov y René Higuita, entre otros.

Jugaron en ese partido los jugadores que hicieron de mí un fanático futbolero, fue aquella generación de los 90 la que me motivó a regresar a ver al Rey de los deportes. Es que era innegable la calidad de jugadores que teníamos.

Una generación a la que los Messis, Cristianos y Neymares muy difícilmente podrán superar, pues no eran solamente jugadores de fútbol, eran verdaderos personajes con historias que contar. Solo por poner un ejemplo, Cantona es actualmente documentalista y cita entre sus mayores influencias filosóficas a Friedrich Nietzche, algo que dudo mucho que Lio, Cris o Ney hagan después del retiro.


Al terminar aquel partido y vistiendo el uniforme del Boca Juniors de sus amores, el más grande futbolista de la historia pronunció una de las frases que marcaron la historia del deporte: "yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha".

"Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha"

Es que así, la pelota no se mancha, el fútbol está ahí y sigue siendo la pasión para mucha gente y la razón que tiene cada mañana para levantarse. Hay millones de Tanos Pasman en el mundo que viven cada partido como si fuera su vida misma, gritan, insultan, putean, cantan, saltan.

El abrazo entre desconocidos cuando tu equipo mete un gol es algo indescriptible, la alegría que une. Cada vez que tu equipo sale a la cancha y se te pone la piel de gallina, y cada vez que tu equipo vuelve a los vestuarios y regresas a casa con la garganta ronca de tanto haber gritado es algo inexplicable.

Como dice una de las frases utilizadas por las hinchadas “si no lo vives no lo entiendes”, porque la pasión que te genera el fútbol es así, incomprensible e inentendible, no hay que tratar de buscarle una razón a ese sentimiento que te genera vestir los colores del equipo de tus amores e ir al estadio a verlo jugar, si gana gana, si pierde pierde, pero el haber estado allí es algo que nadie te puede quitar.

Si no lo vives, no lo entiendes.

Entre todo esto, empieza el Mundial en un Brasil social y económicamente inequitativo, en medio de protestas e injusticias, con represión policial y la exagerada inversión pública de un gobierno que tuvo que salvar los muebles ante la falta de compromiso de la empresa privada nacional que prometió altas cifras. Aquello mezclado con el mayor evento del fútbol internacional definitivamente es la prueba de que el deporte se ha convertido en un negocio.

En realidad mi situación resulta paradójica, no estoy de acuerdo con lo que ahora ocurre en Brasil a causa de la Copa del Mundo porque en realidad duele y es también muy difícil entender por qué por aquella inexplicable pasión suceden estas cosas.
Pero aún creo que la pelota no se mancha.

Es en las mismas favelas de Rio de Janeiro, en aquellas olvidadas zonas donde 50 millones de personas viven en pobreza y hacinamiento seguramente los futuros Ronaldinhos, Rivaldos, Romarios y Robertos Carlos están preparándose para ser los próximos en darle al pueblo brasileño la alegría que tanto se le ha negado, y que aunque gane la Copa de este año, muy difícilmente tendrá. La pelota no se mancha porque en los potreros de las villas bonaerenses están los próximos Maradonas, Ortegas y Cholos Simeone; o en las canchitas de tierra del Valle del Chota están los futuros Tines, Ulises y Toños.

"No manchamos la pelota"

La pelota no se mancha porque en las gradas está aquella inmortal pasión que hace que haya gente que se cambie hasta de sexo, pero nunca de equipo de fútbol. Mientras cada fin de semana haya en las canchas de los barrios juegos donde se apueste una jaba de cerveza, la pelota no se mancha. Mientras que las familias sigan compartiendo sus almuerzos de fin de semana mirando y comentando un partido, la pelota no se mancha. Mientras haya bromas y cargadas entre hinchas de equipos rivales que pasados los 90 minutos son amigos, novios, esposos, compañeros, la pelota no se mancha.

Por más que la FIFA, los patrocinadores, los gobiernos, los hinchas violentos, los empresarios, los CEO, las marcas de ropa deportiva, el rata Luchito Chiriboga, etc., lo intenten, la pelota no se mancha y no se manchará gracias a quienes hemos aprendido a vivir y sentir un deporte que, queramos o no, forma una parte importante de nuestras vidas.


Nostalgia en el Mundial de las favelas

Por: Fernando Dávila / @efezero



El fútbol es una pasión sin igual, por ello esperamos cuatro años para disfrutar del más grande de sus eventos, la Copa Mundial. Brasil está listo, pero el precio que su pueblo ha pagado, paga y pagará para llegar a la gloria deportiva es altísimo.




Soy de los que siempre han adorado el Mundial, un mes para ver fútbol, para disfrutar de los partidos, ver resúmenes, comentarios, llenar el álbum, compartir en la casa, en el trabajo, en todas partes esa fiesta que nos tiene a todos un poquito enajenados tras el balón.
Es una fiesta ecuménica de paz, de deporte y de unión mundial, y de homenaje al más maravilloso de los deportes, ese juego convertido en una religión en casi todo el planeta. Pero en esta ocasión, el mundial viene cargado de polémica, de inversiones altísimas que derivan en una situación económica complicada en el país organizador, una de las economías emergentes, pero a la vez con escasa capacidad de reducir la desigualdad.

El mito (cargado de mucha ignorancia y folklore) decía que los brasileños pueden morirse de hambre pero el fútbol  no debe faltar, que el Mundial haría feliz al gigante sudamericano pese a la pobreza, que el Maracaná sería el nuevo Coliseo Romano en el que el emperador ofrecería panem et circenses.

Las calles de Sao Paulo, Rio y otras ciudades de Brasil nos dicen lo contrario: una población herida por la marginación, con la consigna ¡Nâo vai ter copa! se niega a permitir que se realice el Mundial por considerarlo un chocante despilfarro de dinero en medio de la miseria más espeluznante, esa que existe en nuestro continente y en todo el mundo, pero que en medio de la exuberante belleza de Brasil se ve más destacada.

Mi corazón se divide al mirar la TV y al leer los diarios, es cierto que en medio de la pobreza el Mundial es un insulto, pero ¿debemos entonces quedarnos sin el mayor de los eventos deportivos?

El Maracaná visto desde la favela pacificada Mangueira
Los mundiales de mi infancia

Hace 20 años yo hubiera defendido radicalmente la realización de la cita deportiva, yo era obviamente más joven y descomplicado, en Argentina 78 no sabía de las dictaduras militares y en España 82 no sabía de post-franquismo. El Mundial era simplemente esa bella fiesta que nos permitía ver los mejores partidos de fútbol todos los días, los niños aprendíamos de la existencia de algunos países gracias al torneo, nos interesábamos por esa fantástica pasarela de uniformes y camisetas, escudos y banderines; había en el mismo mundial, dos y hasta tres álbumes de cromos de esos de sobrecito de papel periódico (de diferentes editores) que debíamos llenar pegando con goma con la esperanza de ganar un balón, una camiseta o un recuerdo de la Copa.

El capitán argentino Daniel Passarella junto al dictador Jorge Videla,
entregándole la Copa del Mundo ganada en 1978

Recuerdo los logotipos del mundial, las mascotas, las canciones, cada una tenía su sabor nacional: la contemporánea y moderna Alemania del 74 nos mostraba lo más vanguardista del diseño gráfico de entonces; el Gauchito de Argentina 78 era un niño campesino morenito con un balón, el Naranjito inolvidable de España 82, el soberbio cartel de Joan Miró nos plasmaba la pujante España que se enfrentaba cara a cara con la modernidad; mientras su rostro más costumbrista se reflejaba en el pasodoble “y viva España!”. México 86 nos mostraba su cultura popular con su mascota: el jalapeño Pique y su canción y lema: “el mundo unido por un balón”. El sobrio diseño italiano se ponía en evidencia en la mascota del 90 Ciao y la potencia de su música en la hermosa canción "Notti Magiche”.

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Los logos de los mundiales desde 1978 hasta 2014 (los de 1994
y 1998 son una belleza)

:O el Fuleco ha sido copia del de Sudáfrica.


El mundial ha cambiado

No solo lo veo con los ojos de nostalgia desde la perspectiva infantil: ¡el Mundial ha cambiado!. La FIFA ha adquirido un poder inimaginable gracias a la proyección del fútbol como negocio antes que como deporte. El enfoque primordial a la venta de boletos, derechos televisivos, sponsors multinacionales, etc., le da un sabor diferente a la cita de cada cuatro años; el fútbol se ha convertido en una herramienta corporativa de hacer dinero y el Mundial es el mes de la gran recaudación.

Ahora los mundiales no representan a sus países organizadores, sino al Vaticano del fútbol: la FIFA. Los afiches, mascotas, logos, etc., son diseñados por una multinacional de publicidad con sede en Londres, las canciones son encargadas a conglomerados corporativos como el de Emilio Estefan en Miami, Florida, que luego nos sorprenden con intrigantes piezas musicales como el Olé olé olé o el Waka waka. Cada vez tiene más importancia la publicidad que es vendida a precios increíbles solamente a marcas mundiales como Coca Cola, Visa, Sony, Hyundai y otros gigantes.

Las cámaras exclusivas ofrecen repeticiones exclusivas, ángulos exclusivos, perspectivas exclusivas y cámaras lentas exclusivas en su exclusiva alta definición sólo para los exclusivos clientes de la única operadora de televisión satelital a nivel mundial.

Las naranjitas y chilitos han sido reemplazados por personajes modelados en 3D que parecen salidos de Cartoon Network. Nadie en el mundo puede editar un álbum de cromos de Brasil 2014 porque la exclusividad mundial para ello fue cedida a una empresa multinacional de los cromos: la italiana Panini, gracias a ello tenemos cromos autoadhesivos en empaques sellados al vacío con sellos holográficos y cromos exclusivos que puedes conseguir únicamente haciendo un depósito de USD 50 en el Banco Pichincha.

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¿No me cree? Vaya y pregunte.


Ahora todos los Mundiales se parecen, todos los Mundiales son un solo Mundial: “El Mundial ®”;
todos los afiches son uno solo, los logotipos del mundial son un solo logotipo: ya no es el mundial de España, el de Japón, el de Argentina… ahora es El Mundial® de la FIFA®.

La FIFA confina al gobierno brasileño a construir los estadios más fastuosos del mundo utilizando presos y ex esclavos para ello* ante la perplejidad de la población más menesterosa de toda América Latina, cuyas protestas son acalladas por los medios de comunicación que naturalmente sacarán una jugosa tajada de este agridulce pastel.

Es entonces cuando vuelvo a cuestionarme la realización del Mundial de fútbol, y creo que no quiero el mundial, no quiero ese mundial… no quiero ese tipo de Mundial.

Este año la canción del Mundial la cantará Pitbull, un cubano estadounidense que no sabe cantar, que no representa a Latinoamérica, mucho menos a Brasil y que nunca ha de haber pateado un balón de fútbol en su puta vida. Disfruten de Brasil 2014, “ya tu sabe”.