El fútbol es una pasión sin igual, por ello esperamos cuatro años para disfrutar del más grande de sus eventos, la Copa Mundial. Brasil está listo, pero el precio que su pueblo ha pagado, paga y pagará para llegar a la gloria deportiva es altísimo.
Soy de los que siempre han adorado el Mundial, un mes para ver fútbol, para disfrutar de los partidos, ver resúmenes, comentarios, llenar el álbum, compartir en la casa, en el trabajo, en todas partes esa fiesta que nos tiene a todos un poquito enajenados tras el balón.
Es una fiesta ecuménica de paz, de deporte y de unión mundial, y de homenaje al más maravilloso de los deportes, ese juego convertido en una religión en casi todo el planeta. Pero en esta ocasión, el mundial viene cargado de polémica, de inversiones altísimas que derivan en una situación económica complicada en el país organizador, una de las economías emergentes, pero a la vez con escasa capacidad de reducir la desigualdad.
El mito (cargado de mucha ignorancia y folklore) decía que los brasileños pueden morirse de hambre pero el fútbol no debe faltar, que el Mundial haría feliz al gigante sudamericano pese a la pobreza, que el Maracaná sería el nuevo Coliseo Romano en el que el emperador ofrecería panem et circenses.
Las calles de Sao Paulo, Rio y otras ciudades de Brasil nos dicen lo contrario: una población herida por la marginación, con la consigna ¡Nâo vai ter copa! se niega a permitir que se realice el Mundial por considerarlo un chocante despilfarro de dinero en medio de la miseria más espeluznante, esa que existe en nuestro continente y en todo el mundo, pero que en medio de la exuberante belleza de Brasil se ve más destacada.
Mi corazón se divide al mirar la TV y al leer los diarios, es cierto que en medio de la pobreza el Mundial es un insulto, pero ¿debemos entonces quedarnos sin el mayor de los eventos deportivos?
El Maracaná visto desde la favela pacificada Mangueira |
Los mundiales de mi infancia
Hace 20 años yo hubiera defendido radicalmente la realización de la cita deportiva, yo era obviamente más joven y descomplicado, en Argentina 78 no sabía de las dictaduras militares y en España 82 no sabía de post-franquismo. El Mundial era simplemente esa bella fiesta que nos permitía ver los mejores partidos de fútbol todos los días, los niños aprendíamos de la existencia de algunos países gracias al torneo, nos interesábamos por esa fantástica pasarela de uniformes y camisetas, escudos y banderines; había en el mismo mundial, dos y hasta tres álbumes de cromos de esos de sobrecito de papel periódico (de diferentes editores) que debíamos llenar pegando con goma con la esperanza de ganar un balón, una camiseta o un recuerdo de la Copa.
El capitán argentino Daniel Passarella junto al dictador Jorge Videla, entregándole la Copa del Mundo ganada en 1978 |
Recuerdo los logotipos del mundial, las mascotas, las canciones, cada una tenía su sabor nacional: la contemporánea y moderna Alemania del 74 nos mostraba lo más vanguardista del diseño gráfico de entonces; el Gauchito de Argentina 78 era un niño campesino morenito con un balón, el Naranjito inolvidable de España 82, el soberbio cartel de Joan Miró nos plasmaba la pujante España que se enfrentaba cara a cara con la modernidad; mientras su rostro más costumbrista se reflejaba en el pasodoble “y viva España!”. México 86 nos mostraba su cultura popular con su mascota: el jalapeño Pique y su canción y lema: “el mundo unido por un balón”. El sobrio diseño italiano se ponía en evidencia en la mascota del 90 Ciao y la potencia de su música en la hermosa canción "Notti Magiche”.
Los logos de los mundiales desde 1978 hasta 2014 (los de 1994 y 1998 son una belleza) |
No solo lo veo con los ojos de nostalgia desde la perspectiva infantil: ¡el Mundial ha cambiado!. La FIFA ha adquirido un poder inimaginable gracias a la proyección del fútbol como negocio antes que como deporte. El enfoque primordial a la venta de boletos, derechos televisivos, sponsors multinacionales, etc., le da un sabor diferente a la cita de cada cuatro años; el fútbol se ha convertido en una herramienta corporativa de hacer dinero y el Mundial es el mes de la gran recaudación.
Ahora los mundiales no representan a sus países organizadores, sino al Vaticano del fútbol: la FIFA. Los afiches, mascotas, logos, etc., son diseñados por una multinacional de publicidad con sede en Londres, las canciones son encargadas a conglomerados corporativos como el de Emilio Estefan en Miami, Florida, que luego nos sorprenden con intrigantes piezas musicales como el Olé olé olé o el Waka waka. Cada vez tiene más importancia la publicidad que es vendida a precios increíbles solamente a marcas mundiales como Coca Cola, Visa, Sony, Hyundai y otros gigantes.
Las cámaras exclusivas ofrecen repeticiones exclusivas, ángulos exclusivos, perspectivas exclusivas y cámaras lentas exclusivas en su exclusiva alta definición sólo para los exclusivos clientes de la única operadora de televisión satelital a nivel mundial.
Las naranjitas y chilitos han sido reemplazados por personajes modelados en 3D que parecen salidos de Cartoon Network. Nadie en el mundo puede editar un álbum de cromos de Brasil 2014 porque la exclusividad mundial para ello fue cedida a una empresa multinacional de los cromos: la italiana Panini, gracias a ello tenemos cromos autoadhesivos en empaques sellados al vacío con sellos holográficos y cromos exclusivos que puedes conseguir únicamente haciendo un depósito de USD 50 en el Banco Pichincha.
¿No me cree? Vaya y pregunte. |
Ahora todos los Mundiales se parecen, todos los Mundiales son un solo Mundial: “El Mundial ®”;
todos los afiches son uno solo, los logotipos del mundial son un solo logotipo: ya no es el mundial de España, el de Japón, el de Argentina… ahora es El Mundial® de la FIFA®.
todos los afiches son uno solo, los logotipos del mundial son un solo logotipo: ya no es el mundial de España, el de Japón, el de Argentina… ahora es El Mundial® de la FIFA®.
La FIFA confina al gobierno brasileño a construir los estadios más fastuosos del mundo utilizando presos y ex esclavos para ello* ante la perplejidad de la población más menesterosa de toda América Latina, cuyas protestas son acalladas por los medios de comunicación que naturalmente sacarán una jugosa tajada de este agridulce pastel.
Es entonces cuando vuelvo a cuestionarme la realización del Mundial de fútbol, y creo que no quiero el mundial, no quiero ese mundial… no quiero ese tipo de Mundial.
Este año la canción del Mundial la cantará Pitbull, un cubano estadounidense que no sabe cantar, que no representa a Latinoamérica, mucho menos a Brasil y que nunca ha de haber pateado un balón de fútbol en su puta vida. Disfruten de Brasil 2014, “ya tu sabe”.
Tengo que reconocer que su memoria es tremenda, buen análisis, objetivo, con mucha historia, recuerdos plasmados,comparaciones válidas, noto madurez. A pesar de la tendencia ideológica que separa nuestros puntos de vista...Su lado humano se desborda con una sensibilidad que hace pensar que todos tenemos que disfrutarla. Felicitaciones.
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