Cuando los niños de las hacinadas y blanqueadas favelas cariocas juegan fútbol en aquellas olvidadas calles piensan en otra cosa muy distinta a la injusticia e inequidad social que viven en su cotidianidad, solamente quieren ser como sus ídolos.
Era el 10 de noviembre de 2001, la televisión pasaba uno de
los momentos inolvidables de la historia del fútbol, Diego Armando Maradona,
quien mejor lo jugó, se despedía de las canchas en un partido que citó a la selección
argentina contra un equipo de amigos del astro nacido en el suburbio bonaerense
de Villa Fiorito.
El equipo albiceleste, dirigido por el “Loco” Marcelo Bielsa
y que contaba con jugadores como Roberto
Ayala, la “Brujita” Verón, Javier
Zanetti, Pablo Aimar y el mismo Maradona, venció a un equipo conformado por los
amigos de Diego, Enzo Francescoli, Éric Cantona, Davor Šuker, Juan Román
Riquelme (no era considerado para la selección), Carlos Valderrama, Hristo
Stoichkov y René Higuita, entre otros.
Jugaron en ese partido los jugadores que hicieron de mí un
fanático futbolero, fue aquella generación de los 90 la que me motivó a
regresar a ver al Rey de los deportes. Es que era innegable la calidad de
jugadores que teníamos.
Una generación a la que los Messis, Cristianos y Neymares
muy difícilmente podrán superar, pues no eran solamente jugadores de fútbol,
eran verdaderos personajes con historias que contar. Solo por poner un ejemplo,
Cantona es actualmente documentalista y cita entre sus mayores influencias
filosóficas a Friedrich Nietzche, algo que dudo mucho que Lio, Cris o Ney hagan
después del retiro.
Al terminar aquel partido y vistiendo el uniforme del Boca
Juniors de sus amores, el más grande futbolista de la historia pronunció una de
las frases que marcaron la historia del deporte: "yo me equivoqué y pagué,
pero la pelota no se mancha".
"Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha" |
Es que así, la pelota no se mancha, el fútbol está ahí y
sigue siendo la pasión para mucha gente y la razón que tiene cada mañana para
levantarse. Hay millones de Tanos Pasman en el mundo que viven cada partido
como si fuera su vida misma, gritan, insultan, putean, cantan, saltan.
El abrazo entre desconocidos cuando tu equipo mete un gol es
algo indescriptible, la alegría que une. Cada vez que tu equipo sale a la
cancha y se te pone la piel de gallina, y cada vez que tu equipo vuelve a los
vestuarios y regresas a casa con la garganta ronca de tanto haber gritado es
algo inexplicable.
Como dice una de las frases utilizadas por las hinchadas “si
no lo vives no lo entiendes”, porque la pasión que te genera el fútbol es así,
incomprensible e inentendible, no hay que tratar de buscarle una razón a ese
sentimiento que te genera vestir los colores del equipo de tus amores e ir al
estadio a verlo jugar, si gana gana, si pierde pierde, pero el haber estado
allí es algo que nadie te puede quitar.
Si no lo vives, no lo entiendes. |
Entre todo esto, empieza el Mundial en un Brasil social y
económicamente inequitativo, en medio de protestas e injusticias, con represión
policial y la exagerada inversión pública de un gobierno que tuvo que salvar
los muebles ante la falta de compromiso de la empresa privada nacional que
prometió altas cifras. Aquello mezclado con el mayor evento del fútbol
internacional definitivamente es la prueba de que el deporte se ha convertido
en un negocio.
En realidad mi situación resulta paradójica, no estoy de
acuerdo con lo que ahora ocurre en Brasil a causa de la Copa del Mundo porque
en realidad duele y es también muy difícil entender por qué por aquella
inexplicable pasión suceden estas cosas.
Pero aún creo que la pelota no se mancha.
Es en las mismas favelas de Rio de Janeiro, en aquellas
olvidadas zonas donde 50 millones de personas viven en pobreza y hacinamiento
seguramente los futuros Ronaldinhos, Rivaldos, Romarios y Robertos Carlos están
preparándose para ser los próximos en darle al pueblo brasileño la alegría que
tanto se le ha negado, y que aunque gane la Copa de este año, muy difícilmente
tendrá. La pelota no se mancha porque en los potreros de las villas bonaerenses
están los próximos Maradonas, Ortegas y Cholos Simeone; o en las canchitas de
tierra del Valle del Chota están los futuros Tines, Ulises y Toños.
"No manchamos la pelota" |
La pelota no se mancha porque en las gradas está aquella
inmortal pasión que hace que haya gente que se cambie hasta de sexo, pero nunca
de equipo de fútbol. Mientras cada fin de semana haya en las canchas de los
barrios juegos donde se apueste una jaba de cerveza, la pelota no se mancha. Mientras
que las familias sigan compartiendo sus almuerzos de fin de semana mirando y
comentando un partido, la pelota no se mancha. Mientras haya bromas y cargadas
entre hinchas de equipos rivales que pasados los 90 minutos son amigos, novios,
esposos, compañeros, la pelota no se mancha.
Por más que la FIFA, los patrocinadores, los gobiernos, los
hinchas violentos, los empresarios, los CEO, las marcas de ropa deportiva, el
rata Luchito Chiriboga, etc., lo intenten, la pelota no se mancha y no se
manchará gracias a quienes hemos aprendido a vivir y sentir un deporte que,
queramos o no, forma una parte importante de nuestras vidas.
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